En este día, nos detenemos a reflexionar sobre la producción y reproducción de un sistema de actitudes, ideas, valores, prácticas, roles y posicionamientos construidos socialmente (diferenciados según el género) que derivan en dominación y desigualdad entre mujeres y varones.

Insistimos en la necesidad de analizar la violencia contra las mujeres desde una perspectiva que ofrezca posibilidades de cambios culturales estructurales, que conlleven el respeto de los derechos de las mujeres y cuestionen la inevitabilidad de la violencia en las relaciones de género.

Es posible obtener un panorama más preciso de las formas diversas de violencia basada en género y dimensionar cuán indispensables son los procesos de transformación cultural: cuestionar roles tradicionales, erradicar actitudes que normalizan la dominación, e impulsar políticas públicas que garanticen derechos.

Hoy, más que nunca, es fundamental que cada institución (desde la sociedad civil, los medios, los espacios educativos y los gobiernos) se comprometa con ese cambio estructural. La eliminación de la violencia contra las mujeres no puede limitarse a acciones aisladas: requiere una transformación profunda de las prácticas, de los imaginarios sociales, de los vínculos de poder.

En este marco, mujeres, disidencias y organizaciones ponen el foco en la incidencia política y en la agenda pública: visibilizando inequidades, registrando experiencias propias, y generando propuestas para los tres poderes y niveles del Estado.