En el último siglo, los beneficios obtenidos en materia de salud no han tenido precedentes y los adelantos logrados mediante la investigación representan una parte significativa de estos beneficios. La investigación en salud no solo se ocupa del desarrollo de nuevos instrumentos y del progreso de nuestros conocimientos acerca de la salud y la enfermedad, sino que es importante para aportar los fundamentos sólidos en que deben basarse la formulación de políticas públicas y la toma de decisiones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha afirmado, una y otra vez, que todas las políticas sanitarias nacionales e internacionales deberían basarse en pruebas científicas válidas; que tales pruebas requieren investigación, y que la aplicación de los conocimientos, la información y la tecnología que emanan de la investigación tiene gran potencial en la promoción de la salud.
La investigación científica es básicamente una potenciación del sentido común, que es probablemente uno de los dones humanos distribuidos más equitativamente. Einstein afirmó: “El conjunto de la ciencia no es otra cosa que un perfeccionamiento del pensamiento cotidiano”.